Informe de coyuntura | Marzo 2022

CLAVES DE LECTURA

La apertura de la ronda de discusiones salariales en este 2022 se produce en un contexto inédito para la negociación colectiva. Durante la posconvertibilidad, las paritarias por actividad económica se convirtieron en el mecanismo decisivo de determinación salarial, pero hasta ahora nunca se han enfrentado a una inflación internalizada en niveles del 50% anual.

Como señalamos en el informe de coyuntura anterior, la paritaria en 2021 no fue mala en términos de cifras, pero llegó demasiado tarde. Si los aumentos no se hubieran demorado hacia el segundo semestre, el salario podría haberse defendido mejor.

¿Puede crecer el salario real en 2022 si se firman paritarias del 45%, frente a una inflación esperada del 55%? Aunque suene paradójico, esto puede ser posible. La clave será que, a diferencia de lo que ocurrió en 2021, los acuerdos lleguen a tiempo, es decir, que la mayor parte del aumento se concentre en los primeros meses.

De acuerdo a los datos del SIPA publicados por el Ministerio de Trabajo, en diciembre el empleo asalariado registrado se ubicó por encima del nivel prepandemia. De todas maneras, sigue bastante lejos del nivel de diciembre 2017, el valor máximo de la serie, previo a que se desatara la crisis que golpeó al empleo en 2018 y 2019.

Al desagregar los datos por sector de actividad, se advierte que la situación continúa siendo bien heterogénea. La recuperación se explica principalmente por la industria y el agregado de otros servicios (actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler), que presentan casi 40 mil puestos de trabajo más que en febrero 2020. La otra mitad de los sectores presentan caídas.

De acuerdo con nuestro IMA, en enero la economía se incrementó 1% mensual, consolidando la tendencia al crecimiento, luego del freno de los últimos meses en torno a los niveles alcanzados previo al ASPO 2020.

Para este año, del memorándum con el FMI se desprende un crecimiento del 3,5%. Sin embargo, dado el histórico vínculo entre el nivel de actividad y el saldo de divisas, con la escalada de las materias primas -en particular la energía-, las importaciones en valores de GNL no podrán mantenerse a los niveles del año 2021, llevando a una cuenta corriente probablemente deficitaria. Por ende, la guerra en Ucrania y el contexto internacional ponen en duda la capacidad de la economía para crecer 3,5% durante este año.

Por el lado fiscal, ocurre una situación similar debido a la presión que pone en los subsidios energéticos. En un escenario muy optimista, donde los aportes y contribuciones vuelvan a los niveles previos a la pandemia, se podría alcanzar la meta fiscal 2022 incluso con cierto incremento en los subsidios sobre la energía eléctrica. Sin embargo, más temprano que tarde, y de cara a la meta del 2023, sólo una revisión más profunda a la política de subsidios podrá hacer consistente la reducción del déficit primario más allá del 2,5%.

En el plano monetario el acuerdo no agrega “malas noticias” a lo que se anunció como entendimiento. La exigencia cuantitativa es limitar el financiamiento monetario a un máximo de 0,7 billones de pesos en 2022 (1% PBI en 2022). El Memorandum Técnico especifica una reducción del 0,6% para el 2023 y su eliminación en 2024, en línea con lo anunciado por Guzmán.

El plano cambiario del acuerdo es el más problemático, por el alto grado de exigencia en reservas, el desbalance del sector energético y el aumento de los precios internacionales de los combustibles.

En el contexto actual, resulta difícil prever el saldo de la cuenta corriente debido a la volatilidad de los términos de intercambio, pero daría la impresión de que en el frente externo el acuerdo fue realizado bajo una proyección diferente de precios. Aún bajo un escenario de normalización que permita cumplir el objetivo 2022, hacia 2023 y 2024 la meta resulta muy exigente y preanuncia una discusión de cara a las sucesivas revisiones.

Podés leer el informe completo acá.

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