INFORME DE COYUNTURA MENSUAL | SEPTIEMBRE

La economía argentina sigue sin poder escapar del estado permanente de tensión cambiaria. Las mejoras de las últimas semanas en materia de estabilidad cambiaria y el retroceso del riesgo argentino pueden terminar revirtiendo nuevamente, en vista del nuevo y abrupto giro que dio el marco para la política monetaria y cambiaria en los últimos días.

La renuncia de Luis Caputo a la presidencia del Banco Central puso sobre la mesa el conflicto que subyace al doble comando PEN – FMI. A su vez, el acuerdo con el Fondo y el nuevo esquema cambiario, dotado de una mayor flexibilidad para el tipo de cambio, deja en evidencia una nueva victoria del ala de la conducción económica que aboga por la libre flotación del tipo de cambio y el blindaje del déficit público como estrategia primaria para enfrentar la crisis.

Como muestra la experiencia de los años previos a la caída de la convertibilidad, el ajuste del déficit primario puede no ser suficiente para restaurar la confianza en el presupuesto público, ya que la deuda asumida en el pasado carga en la mochila del programa financiero los pesados intereses de la deuda. Si bien el arreglo monetario/cambiario de la actualidad nada tiene que ver con el de los 90’, cabe preguntarse si concentrar los esfuerzos en una receta de las mismas características es la mejor y única repuesta posible para la crisis.

En tanto, la actividad y el empleo están empezando a sentir los primeros coletazos de la crisis. La fuerte caída del salario real ha comenzado a reconfigurar el mercado de trabajo. Por otro lado, los indicadores que dan cuenta de la precarización del empleo privado muestran que el sector informal de la economía ha empezado a actuar como refugio, en un contexto de marcado deterioro de las condiciones laborales e incremento en el nivel conflictividad.

A pesar de la duración que lleva la crisis, todavía no es posible vislumbrar el sendero que tomará la economía argentina. Si bien en los próximos meses se espera una profundización de la recesión, el hecho de que el gobierno no haya logrado aun pisar en terreno firme dificulta la posibilidad de proyectar tanto el alcance como la magnitud que tendrá esta nueva “última” crisis.

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